Desigualdad laboral, otra forma de violencia para la mujer

2 diciembre 20210

Autor: Dra. Erika Villavicencio-Ayub

Hoy en día el tema de la desigualdad de género retoma mayor importancia por todas las expresiones de violencia y discriminación que afectan a la mujer.  Si bien existen diversas formas de manifestar dicha inequidad, particularmente en el ámbito organizacional existen dos fenómenos denominados “Techo de Cristal” y “Suelo Pegajoso”, ambos se refieren a los diversos obstáculos que enfrentan las mujeres en su desarrollo organizacional.

Específicamente la variable Techo de Cristal se refiere a un conjunto de normas informales al interior de las organizaciones que dificultan a las mujeres ascender en la jerarquía organizacional, independientemente de sus competencias laborales o logros alcanzados.  Este término hace referencia a una metáfora donde hay una barrera invisible que representa un límite de crecimiento y desarrollo laboral derivado de los estereotipos sociales.

Por su parte, el término “Suelo Pegajoso” se utiliza para explicar de manera generalizada las profesiones que han sido ocupadas principalmente por mujeres, posiciones que en la mayoría de los casos se han devaluado laboralmente hablando, trayendo consigo mala calidad en condiciones (como bajos sueldos, poco o nulo involucramiento en la toma de decisiones, escasa oportunidad de ascensos, por mencionar algunos).  Entre las razones de la amplia ocurrencia de este fenómeno está la doble jornada y la falta de tiempo que puede disponer la mujer trabajadora para realizar sus actividades laborales, como consecuencia de la elevada responsabilidad que tiene en las tareas del hogar, cuidados familiares, etcétera.

Las organizaciones son el reflejo de la sociedad machista en la que vivimos, donde está presente un amplio espectro de violencia laboral conocido como “micromachismos”.  Para ejemplificarlo, usando algunos de los resultados encontrados por el estudio* que realizamos recientemente en la Facultad de Psicología de la UNAM, donde encuestamos a mil cien mujeres que trabajan, con el objetivo de explorar las situaciones que han tenido que experimentar en sus ambientes de trabajo, 6 de cada 10 mujeres indicaron que han sacrificado mucho de su vida personal por mantener su empleo, puesto que la realidad social evidencia que se ha normalizado la violencia estructural (entendiéndose como sueldos menores y baja posibilidades de promoción), más la doble labor de una mujer (carga mental), incluyendo comentarios y actitudes sexistas (micromachismos).  Ellas consideran que tienen menos posibilidades de ascender en un empleo, independientemente que se sienten capaces de tener un cargo de mayor responsabilidad y formar una familia.  En cuanto a sus oportunidades de crecimiento dentro de su organización, más de la mitad tiene aspiraciones para seguir creciendo de puesto, sin embargo una parte importante de ellas considera casi imposible ser tomada en cuenta para dichas promociones por su condición de género.

A pesar de que la mitad de las encuestadas respondieron que en sus organizaciones sí existen las mismas oportunidades para ascender y que sus líderes las apoyan en parte para conseguirlo.  La realidad es que en la práctica, las condiciones de trabajo dificultan que esto se dé, debido a múltiples factores, entre ellos la creencia de que la mujer tiene menos capacidad para realizar funciones asociadas al liderazgo, que si tiene familia o deseos de formar una, la imposibilitarán en la consecución de resultados, cubrir los horarios y la dedicación que pueda tener a su puesto.  Recordemos que el 85% de las organizaciones tienden a ser “tóxicas” en su ambiente laboral y se fomentan los riesgos psicosociales con jornadas amplias de trabajo, cargas inadecuadas, con exposición alta a estrés laboral, escaso balance vida-trabajo, violencia en el trabajo, malos estilos de liderazgo, entre otros tantos.

A esto se suma que 4 de cada 10 tienen a su cargo todas las responsabilidades domésticas, seguido de un 22% que tiene que encargarse de algunas de las tareas, lo que significa que no tienen tiempo suficiente para sí mismas incidiendo negativamente en la calidad de vida.  Cuando se  habla de la etapa de embarazo, manifestaron haber recibido amplias críticas y desaprobación por seguir trabajando durante esta etapa.  Entre los motivos que intervienen en el desarrollo profesional, si bien la experiencia profesional y formación académica son fundamentales, no deja de ser un factor clave el aspecto físico de la mujer para “facilitar” conseguir la vacante.

Con todo esto, podemos considerar que la discriminación laboral es otra expresión de violencia que tiene que enfrentar la mujer.  Si a esto sumamos otra variable como es el “Acoso Laboral” (mobbing) que muchas de ellas también viven por su condición de ser mujer. De acuerdo a otro estudio que realizamos, 7 de cada 10 personas padecieron en algún momento de su vida laboral algún tipo de hostigamiento o violencia, encontrando más incidencia en las trabajadoras que son madres solteras y se ven obligadas a “tolerar” estas conductas por la necesidad de llevar el sustento a su casa.  Retomando una cifra del INEGI, 10 mil mujeres abandonaron su empleo por motivos de acoso laboral en el primer trimestre del 2019.

El acoso laboral ha permanecido por varios motivos de la cultura organizacional mexicana, incluyendo la falta de formación en perspectiva de género que carecen las organizaciones, donde, si alguna persona se atreve a denunciar prácticas de acoso, suelen revictimizarla y sumar a toda la mala experiencia, situaciones muy incómodas que ni siquiera resuelven ni resarcen el daño vivido.

No olvidemos que la actual Reforma Laboral ya incluye la obligación de los centros de trabajo para la prevención de diversos factores de riesgo incluida la violencia laboral, que las empresas cuenten con protocolos para erradicar la discriminación por razones de género.  Así como la reforma constitucional relativa a la paridad de género que permitirá “garantizar” la ocupación del 50% por mujeres en los puestos, contribuyendo a la igualdad, no discriminación e inclusión.  Si bien, estos aspectos sin lugar a dudas representan un gran avance, las cifras aún nos dan otra fotografía nacional.

Por ende, aún hay mucho por hacer, resulta indispensable seguir trabajando en el desarrollo de políticas públicas, fomentar la equidad de género (protocolos, códigos de conducta, entrenamientos), implementar políticas de tolerancia cero para erradicar las conductas de violencia y discriminación en los espacios de trabajo, que a final de cuentas tendrán un impacto positivo no solo para las mujeres que trabajan ahí, sino para todos los colaboradores. Y que tarde o temprano incidirán en la sociedad en general.

 

 

* Villavicencio, Zamorano y López (2020). Techo de cristal y suelo pegajoso. Investigación en proceso en la Facultad de Psicología, UNAM.

 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura de HUMAN SOUL

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